En estos días acaba de salir el 3er disco de Arcade Fire, "Suburbs". Este grupo de Montreal parió uno de los mejores discos de la década 00, "Funeral". Vi ese disco en versión vinilo en Europa, pero mis autolimitaciones presupuestarias me hicieron seguir de largo.
Si esa decisión se convertirá en un arrepentimiento se sabrá en el futuro, dependiendo de si los AF son en los 2020 los artistas más valorados e idolatrados de la música popular, por haber resucitado al vegetativo cuerpo del rock, o si el descenso en calidad que percibí en su segundo disco, "Neon bible", continúa en "Suburbs", y pronto quedarán como otra banda con el "síndrome Strokes". O sea, un debut aclamado y al que muchos apuestan varias fichitas, que terminan cayendo en el ranking cual Gato Gaudio post-Roland Garros. Pero probablemente, si la vida me vuelve a presentar la posibilidad de llevarme una copia en lustroso vinilo de "Funeral", no la vuelva a desaprovechar. Porque, ante todo, trae esta tremenda canción que de tan buena, logró que David Bowie hiciera una de sus últimas apariciones públicas:
Tan solo los dementes contrapuntos de los hermanos Gallagher, las reflexiones de arrepentimiento de Damon Albarn y la vision post de Jarvis Cocker valen la trasnochada. Bueno, en realidad, como diría un amigo mendocino, la repetición es a la hora de la siesta.
En mi colección de vinilos, hay una parte importante dedicada al rock progresivo y experimental de los '70s. Pero también tengo mi buen conjunto de LPs de soul y funk, aunque con sobreabundancia de recopilaciones en estado border. Y el enorme placer que me dio este fin de semana haber hecho bailar a unas 70 personas en una fiesta durante más de 3 horas, solamente usando mi colección, me hizo recordar la relación extraña que tenemos los melómanos, los coleccionistas, los rockeros y los argentinos con esa característica básica de la música: el ritmo.
No fueron las notas, no fue el timbre Sabemos que el ritmo casi seguramente haya sido el elemento de la música que le dio origen; dudo que algún Neanderthal con oído absoluto haya inventado la armonía descubriendo que podía hacer un acorde armonizando con su voz el chillido del pterodáctilo. Y obviamente, además del prestigio de socio fundador, el ritmo es lo que mejor le permite a la música cumplir su rol social, sea en el boliche más technoso de Manchester como en el ritual más reglamentado de Mumbai. Pero se ve que en algún momento, su prestigio decayó; si tengo que pensar en tiempo y lugar, diría en Europa transitando el siglo XIX. Y desde entonces, con la división entre música culta (que no solo no permite el baile, sino que casi que lo impide conscientemente) y popular, de menor prestigio, el ritmo quedó visto dentro de algunos circuitos musicales como un elemento un poco vulgar, barato, populista.
Mirá qué buen riff en 9/4 Estas generalizaciones, hechas a puro instinto y sin ningún respaldo más que mis propias ideas y conocimientos, las puedo ejemplificar con mi época de adolescente embanderado en la música no comercial. En pleno auge del pop de fines de los '80s, y con la movida Madchester esperando a ser descubierta, yo, y muchos de mis amigos, admirábamos la dificultad en poder contar el compás de un fragmento de un disco de King Crimson, y la manera en que el baterista Bill Bruford podía tocar eso una y otra vez sin perderse.
Y fue un buen juego, y me enseñó todo un mundo de posibilidades musicales por fuera del 4/4 con el que el rock está tan casado. Pero por otro lado, me convirtió en un paria en las fiestas, en las que mi cuerpo no sabía qué hacer con esos pulsos machacantes, y mi oído acostumbrado a ser sorprendido a cada compás no entendía por qué nadie más parecía aburrirse con algo que era "todo igual".
Vi la luz, vi el groove De a poco, y por necesidad de inaugurar mi vida sexual, fui animándome a dejarme llevar por el efecto hipnótico de canciones con una fuerte impronta rítmica, y de a poco fui educando mi placer auditivo para poder detectar cuándo una canción tenía esa cualidad casi mágica, que unos pocos dominan bien y tantos creen tener cuando en realidad les falta: el groove. El groove es una palabra intraducible porque usada en este sentido, quiere decir algo así como "la marcha fluída" de un tema, esa manera en que los varios instrumentos encajan rítmicamente de una manera que parece todo funcionar en simultáneo como una locomotora de tren, y que genera la sensación de querer montarse a ese tren y seguir en él un rato largo, largo. Es más bien lo contrario de mi manera anterior de escuchar en mi época progresiva, en la que buscaba todo el tiempo la ruptura de las expectativas. Cuando uno escucha al rey del groove, el Padrino del Soul, James Brown, lo que menos quiere es ser sorprendido; quiere que la marcha no se detenga, y que te mantenga interesado gracias a entradas y salidas de instrumentos, gracias a sus gritos guturales, pero por favor que los BPM se mantengan casi constantes.
El groove está muy emparentado con la música negra, claro; pero hay muchos músicos blancos que manejan el concepto y lo usan como ancla de su música. En la fiesta, por ejemplo, era claro que los Beastie Boys son una ametralladora de palabras de sincronización perfecta, y lo hacen cabalgando sobre loops que de por sí tienen un groove enorme, en general de discos de funk viejos.
Tomatazos a Travolta Y me quedó claro por la selección de rock nacional que tuve que hacer que, por mucho tiempo (desde que se acabó el beat argentino hasta que Virus y la primavera alfonsinista trajeron el baile al rock), el groove fue una concesión comercial que pertenecía al ámbito de la música "complaciente", y a enemigos como la música disco. En los '90s, se rescató el groove rioplatense del candombe y la murga, pero por otro lado una parte del rock alternativo seguía mirando con sospecha a cualquier cosa que se pudiera bailar; El Otro Yo es un buen ejemplo de eso.
Y por otro lado, percibí que Cerati tuvo bien presente el groove ya desde la guitarra rítmica que inicia "Nada personal", mucho antes de pensar en hacer música electrónica.
La felicidad es una marcha caliente En la fiesta, los momentos que más disfruté fue cuando puse mis discos de soul y funk; algunos temas de Sly & the Family Stone, por ejemplo, generaban una felicidad comunitaria que dudo que se haya superado en Pachá o en cualquier rave original.
Porque aunque fueran temas que nadie conocía, los seleccioné por su groove imparable; y cualquier ingrediente que se agregara por encima, ya era una ganancia extra. Así que no sonaban los hits recontraescuchados y casi quemados ("Billie Jean" sigue funcionando como el primer día, aunque no necesito escucharla nunca más); sonaban canciones totalmente desconocidas para todos los de la fiesta, menos para mí y con suerte alguno más. Pero al contrario de lo que suele ocurrir con lo desconocido, nadie dejaba de bailar, y otros se sumaban. Y ahí hay algo que no debería subestimarse, porque después de todo, se supone que escuchamos música para obtener placer. Y en la fiesta, el placer casi se podía respirar en el aire, cada vez que desde los parlantes sonaba ese milagro rítmico que es el groove.
Hay discos que empiezan muy bien... Eso es algo que merece un ranking!
Y como últimamente me han dicho que parezco Rob Gordon, me he puesto a armar mi selección, por supuesto con la esperanza de no encontrar adherentes sino colaboradores en sugerencias y críticas a la lista en cuestión.
Pero... ¿De qué estamos hablando? La idea es reconocer el valor compositivo de los primeros segundos de un disco. Esos 60 segundos iniciales que introducen a lo que vendrá después. En diferentes formas, por diferentes métodos, cada inicio de los discos de esta lista resulta extraordinario!
No he incluido grabaciones nacionales, pero no podría hablar de arranques sin invocar al de Artaud, donde Spinetta daba comienzo a su etapa solista, muuuy joven, pisando firme y elevado. Tampoco participan en esta lista los registros de jazz u otras músicas que no se asemejen al rock. Si estuvieran incluidos, no se hubiesen escapado los comienzos de Time out de Dave Brubeck, o Combustication de Medeski Martin & Wood, por citar dos referentes bien disímiles. La música instrumental argentina también tiene los suyos... Nada describe mejor a un disco por venir que el inicio de Una nave de Guillermo Klein... discazo!
En fin... vamos al ranking. Sepan disculpar mis olvidos y la subjetividad (ya son mis especialidades). En todo caso, estaré muy agradecido si opinan y agregan todo aquello que yo no haya sabido abarcar.
Nº1: Dark side of the moon - Pink Floyd. Es fácil suponer que el mejor comienzo debía corresponder al mejor disco de la historia del rock (tiro frases para la polémica!). Y por no repetir autores han quedado afuera de este ranking Animals y The wall, cuyos primeros segundos son celestiales!
Nº2: Foxtrot - Genesis. Imagínense en el año 1972, vuelven a su casa con el nuevo disco de la banda, lo desenvuelven, suavemente lo colocan en su bandeja, suben el volumen y por primera vez en sus vidas escuchan esto...
Nº3: Close to the edge - Yes. Imposible dejarlos afuera. Si coincidimos en que los primeros segundos de un disco deben crear el clima de lo que vendrá, ellos han elaborado las atmósferas para la mejor apreciación de cada una de sus obras.
Nº4: The joshua tree - U2. Tengo la sensación de que Bono y cía no sabían muy bien lo que estaban haciendo. Después de Achtung Baby tomaron conciencia y no pudieron sacar nunca más un disco que se acerque a los anteriores.
Nº5: Third - Portishead. Cuando salió no le presté mucha atención, y ahora no puedo creer que exista un disco tan enorme y bien logrado. Realmente vale la pena esperar todos los años que se toma la banda para editar algo nuevo.
Nº6: Misplaced childhood - Marillion. Sus primeros 3 temas vienen pegaditos y te sumergen definitivamente en el clima necesario. Es imposible imaginar otro comienzo!
Nº7: Abbey road - The beatles. Perdón... ya sé que caí en una obviedad, pero no podía evitarlo. Creo que es el tema que mejor ha cantado John Lennon en toda su carrera.
Nº8: Mezzanine - Massive attack. Es fascinante este ingreso. La forma en que se acumulan las capas de ideas sonoras es genial, y tal vez ese sea el recurso mejor y más utilizado por la banda.
Nº9: Kid A - Radiohead. Es cierto, Ok computer y The bends arrancan demasiado bien. Pero Radiohead es un caso parecido a Pink Floyd... (podría haber llenado esta lista sólo con ellos dos).
Nº10: Automatic for the people - REM. No creo que Drive sea solamente una canción. Me parece que tiene toda la intención de introducirnos en lo que viene. Nada más ni nada menos que eso!
Nº11: Illinois - Sufjan Stevens. No sé qué le habrá pasado a este señor en el 2006, pero escupió una torre de canciones muy bien arregladas, que en conjunto arman un muy agradable recorrido, que se inicia de esta gran forma.
Nº13: A rush of blood to the head - Coldplay. Ya sé, no quedo muy bien insistiendo con que este disco es importante, pero no pienso rendirme. Hay que dejar pasar 5 años sin escucharlo y, al volver a sonar, cada tema vuelve a merecer nuestra admiración. El comienzo... comprometido y con firmeza (este era, apenas, el segundo disco de la banda!). Después siguieron demostrando que los inicios de sus discos eran importantes para ellos.
Para esta 5ta edición del Club del Vinilo (bajo consigna libre) me incliné por los discos dobles.
Hay mucho para decir acerca de los dobles... En principio, no sé bien porqué, habría que reflexionar un poco acerca del extraño prestigio que rodea al disco doble por el simple hecho de la cantidad de música incluida (aunque, todos sabemos, hay cada plomazo en este formato!!). Cada vez que nos preguntamos cuál será la obra cumbre de algún artista lo primero que repasamos en nuestras mentes es la producción doble. Aunque unos segundos después podamos identificar otro disco como el registro más sobresaliente, todos tendemos a pensar primero en el Album Blanco para los Beatles, en TheWall para PinkFloyd, en TheLambLiesDownonBroadway para Genesis, y así con muchos más.
Pero el doble no sólo impacta por su tiempo de duración. En las dimensiones de un vinilo es contundente el campo gráfico, el objeto impone cierto respeto cuando se abre y si está bien aprovechado puede resultar un muy interesante campo visual. ¿O acaso no nos intriga profundamente cuál será el tratamiento del interior en un disco doble apenas lo agarramos?
Está claro que el CD aniquiló a las connotaciones del disco doble. Los 74 minutos en vinilo eran imposibles para un solo disco y ahora muchos CDs simples duran casi todo ese tiempo. Esta situación puede ser aceptada como un avance positivo o todo lo contrario. Si bien es cierto que levantarse cuatro veces para dar vuelta el disco hace bastante interrumpida la escucha. Pero una producción de más de una hora metida en una cajita de 12x14 centímetros parece una tomada de pelo. Los amantes del vinilo defenderemos a muerte la correcta relación de proporciones entre el contenido y su envase. Tal vez sea ese el espíritu fundamental de nuestro vínculo con estos delgados cartones de 30x30.
Queda mucho por decir en torno al disco doble... lo dejo en sus manos!
Mis elegidos para la 5ta edición del Club:
Queen - KillersLive Fue el primer disco que tuve. En 1981 llegaba Queen a la Argentina y yo, con apenas 8 años, ya me moría por ir a verlos. En una visita a mis primas de Córdoba encontré este vinilo entre sus discos más escuchados. Ellas, en plena adolescencia, lo habían atacado con grafitis en birome por todas partes, testimonios de sus sufrimientos amorosos y algunas precarias reflexiones filosóficas. Creo que en ese momento, a pesar de mi temprana edad, me molestó que lo hubieran descuidado tanto, y sin dudarlo lo tomé prestado... de por vida!
Supertramp - LiveinParis Unos años después, cuando ya había aflojado el fervor por Queen (tal vez frustrado porque mi madre había devuelto las entradas para asistir conmigo al concierto en Vélez), me centré en Supertramp. La banda ya se estaba separando y, cuando corría 1983, yo escuchaba varias veces por día el cassette de FamousLastWords, el último con RogerHodgson. Pero en esos días sumaba el doble en París a mi colección... definitivamente es una música muy digna y digerible para un joven de aproximadamente 10 años.
Wilco - Yankee Hotel Foxtrot No sé qué me tuvo tan distraído estos últimos años que recién hace algunos meses descubrí a Wilco. Es inevitable enviciarse con su música. Los registros de esta década son geniales y vale la pena pasarse tantas horas repitiendo cada uno hasta digerirlos completamente. Mi preferido es Yankee Hotel Foxtrot, por eso cuando mi amigo Julián me notificó acerca de la existencia de un vinilo en buen precio no dudé en comprarlo... lo que significó volver a pagar por un un disco de vinilo después de casi 20 años sin hacerlo.
Sorprendentemente, Wilco no es una banda muy conocida por los miembros del Club. Así que su aparición dio para hablar de ellos. Yo no puedo parar de escucharlos desde hace ya algunas semanas. Si quieren caer en esta misma adicción acá va un listado de temas que seguro los van a enviciar. Pertenecen a 4 discos de Wilco: Yankee Hotel Foxtrot (2002), A GhostisBorn (2004), SkyBlueSky (2007) y Wilco - TheAlbum (2009).
"Tomorrow never knows" (The Beatles, Revolver) por Phil Collins (Face Value). Le arruiné una opción a Pablo, pero al menos en mi caso no tuve que buscar en Internet. De hecho, conocí la versión Collins antes que la original (vergüenza). Pero es una buena versión, le agrega unos arreglos vocales y modifica el loop de la batería. Y muestra lo que podría haber sido Collins en otro universo.
"America" (Simon and Garfunkel) por Yes (en "Yesterdays"). Otro caso de músicos de los 70s mostrando sus respetos por la generación apenas anterior. En este caso, estirando un tranquilo tema folk de 3 minutos a 10, con solo estilo rockabilly a cargo de Howe incluido. No está mal como canción de Yes; como versión, es un elefante.
"See Emily play" (Pink Floyd, "Relics") por David Bowie (en "Pinups"). Como nadie estaba usando el disco de covers más paradigmático del rock inglés, decidí tomarlo para poder reproducir la gloria de Barrett, esa perla psicodélica que en menos de 4 minutos te lleva de paseo por la pradera y la galaxia. Bowie hace lo que puede; lo importante es su declaración de admiración.
Casi armo una exclusiva de versiones de los Beatles, es más, exclusiva de Let It Be, incluyendo dos de Aretha Franklin (The long and winding road y Let it be), y Across the Universe por Bowie en Young Americans. Pero en la variedad está el gusto...
Igual, ¡qué canciones más viejas! Parece que mi colección es tendenciosa, sé que en los setentas y más allá, la gente siguió grabando versiones de temas de otros...pero no las tengo, se ve.