sábado, 29 de diciembre de 2012

El verdadero Mellon Collie

En abril de 1996 se editó en forma limitada una versión en vinilo de Mellon Collie and the Infinite Sadness, de Smashing Pumpkins. Ahí se presenta un orden de temas diferente a la edición en CD y cassette (ambos formatos lanzados en 1995). En 3 vinilos aparece el orden originalmente diagramado por Billy Corgan para este disco. El concepto retrata 3 períodos del día: la mañana, la tarde y la noche. Cada período ocupa un disco de vinilo y se divide a su vez en canciones fuertes y suaves (cada una de las caras del disco). Así se conforman 6 secciones, con 5 canciones en cada una. Además, el vinilo incluye 2 temas que en el CD no figuran: Tonite reprise (básicamente, una versión acústica de Tonight, tonight) y la que cierra el album: Infinite Sadness.


Se puede decir que el verdadero Mellon Collie... es de esta forma:

Disco 1 / Lado A: "Dawn" 
1. Mellon Collie and the Infinite Sadness
2. Tonight, Tonight
3. Thirty Three
4. In the Arms of Sleep
5. Take Me Down

Disco 1 / Lado B: "Tea Time" 
1. Jellybelly
2. Bodies
3. To Forgive
4. Here is No Why
5. Porcelina of the Vast Oceans

Disco 2 / Lado A: "Dusk" 
1. Bullet with Butterfly Wings
2. Thru the Eyes of Ruby
3. Muzzle
4. Galapogos
5. Tales of a Scorched Earth

Disco 2 / Lado B: "Twilight" 
1. 1979
2. Beautiful
3. Cupid de Locke
4. By Starlight
5. We Only Come Out at Night

Disco 3 / Lado A: "Midnight" 
1. Where Boys Fear to Tread
2. Zero
3. An Ode to No One
4. Love
5. X.Y.U.

Disco 3 / Lado B: "Starlight" 
1. Stumbleine
2. Lily (My One and Only)
3. Tonite Reprise
4. Farewell and Goodnight
5. Infinite Sadness

Pueden escuchar el verdadero Mellon Collie... en esta lista de youtube. Vean también a este fanático loco exhibir su triple vinilo... maldito!! Algunos datos más sobre esta versión de uno de los mejores discos de la década del 90 en este link.

lunes, 30 de abril de 2012

El Club del Vinilo en el Café Vinilo!



Club del Vinilo en Café ViniloSí,
a partir de este jueves 3 de mayo, gracias a una invitación del Café Vinilo, comenzamos una cita mensual en la que abrimos nuestras reuniones melómanas a quienes quieran compartir con nosotros el placer por la música y los discos.


Qué: 
El Club del Vinilo - un encuentro con la música a través del formato más querido por melómanos, coleccionistas y fetichistas. Una oportunidad para reencontrarse con el ritual de escuchar, ver, tocar, oler y discutir la música, coordinado por un grupo de amigos fanáticos del vinilo


Cuándo: 
jueves 10 de mayo, 23 hs.


Dónde: 
Restaurant del Café Vinilo, Gorriti 3780, entre Salguero y Bulnes


Cuánto: 
entrada gratuita


lunes, 23 de abril de 2012

Rising Black Sun



¿No resultan siempre naif las explicaciones racionales del resurgimiento del vinilo? ¿no hay algo más que nos cuesta definir? ¿La Resistencia?

http://www.bbc.co.uk/news/business-17784093

miércoles, 12 de enero de 2011

La década invisible: una teoría sobre los 00´s

Un tema que vuelve a salir cada vez que escuchamos cumbres de la música de décadas pasadas es si el presente tiene algo que ofrecer que esté a la altura de años lejanos. La respuesta más frecuente es negativa, con más o menos énfasis según cuánto el gusto personal haya seguido conectado con el espíritu de época de este nuevo siglo.
Pero encontré un ensayo muy interesante del conocido crítico musical inglés Simon Reynolds, en el que plantea que el impacto de Internet y los cambios en la producción cultural y musical son tan amplios que, en realidad, las dos afirmaciones son ciertas: lo mejor ya pasó, y estamos en una edad de oro. La transcribo acá en castellano, el original se puede encontrar acá:

¿LA PEOR DÉCADA DE LA HISTORIA?

March 30th, 20107:25 am @ LuchaLibro



Notas sobre los 00s:

La década musicalmente fragmentada

Simon Reynolds


Estaba mirando la lista de los 200 mejores discos de la década de Pitchork. Y noté algo extraño sobre el top 10. Es obvio que hay un límite en lo que se puede leer en una encuesta de críticos. Pero Pitchfork es una de las pocas instituciones que puede decirse que resulta influyente, en términos del material que cubre y de los juicios que formula. Pitchfork a la vez lidera y refleja a un público que es sustancial y sin embargo relativamente definido. Podríamos llamarlo “post-indie”, lo que significa que Pitchfork es lo más cercano, en la era moderna, al NME de los años posteriores al punk (cuando su perspectiva era distintivamente rockera pero con una apertura a música situada por fuera de este esquema, desde el reggae al disco, pasando por el funk, África y el jazz). Los participantes en la encuesta –el staff de Pitchfork- son personas que pasan muchísimo tiempo escuchando de forma intensa un rango realmente amplio de música. Así que parece improbable que su evaluación colectiva de lo que resultó importante en la última década esté privada de significancia. Y, en todo caso, en función de abrir el debate, voy a avanzar tomando como presupuesto que los resultados de esta encuesta significan algo.

O la música se deterioró a medida que los 00s avanzaron o se volvió cada vez más y más difícil para la gente establecer un consenso sobre qué grupos o discos eran importantes.

Entonces, ¿qué era lo intrigantemente extraño de su top 10 de la década? Lo que inmediatamente me impactó fue que siete de los discos eran del 2000 y el 2001, con un disco del 2002 y otro del 2004. El único disco editado en la segunda mitad de la década era Person Pitch de Panda Bear. ¿Qué significado podría derivarse de esta densa agrupación (ocho de diez) de los “más grandes discos” en los primeros tres años de la década? Dos interpretaciones son posibles: O la música se deterioró a medida que los 00s avanzaron o se volvió cada vez más y más difícil para la gente establecer un consenso sobre qué grupos o discos eran importantes. La primera posibilidad parece improbable, así que voy a tener que elegir la segunda. Lo cual resuena con el modo en el que la década se sintió: diaspórica, con escenas astillándose en sub-escenas, con la formación de bunkers según los distintos gustos, con el aumento de la probabilidad de que la pregunta “Escuchaste a X?” se encontrara con un gesto de negación con la cabeza o con una mirada de incomprensión.

Me pregunto si mi propio ranking de discos tendría una forma similar al de Pitchfork –es decir, una lista masivamente sesgada hacia los primeros años. Casualmente, ya había participado en una encuesta de críticos similar organizada por Stylus, un webzine que constituyó el “amistoso rival” de Pitchfork hasta que fue cerrado unos años atrás. Sus autores se han reconvocado para una edición especial de balance de la década (los resultados, más un conjunto de ensayos estarán disponibles en algunas semanas). Revisando mis propias elecciones, me sorprendí al ver que el top 10 (e inclusive los 50 discos que elegí en total) estaban equilibradamente divididos entre la primera y la segunda mitad de la década. Ninguna declinación de la calidad según mi propia opinión entonces. Pero al inspeccionar la lista con mayor detenimiento descubrí que mis elecciones provenientes de los primeros años de los 00s eran notablemente más consensuales, incluso “de cultura media”: Kid A de Radiohead, The Blueprint de Jay-Z, Discovery de Daft Punk, Since I Left You de The Avanalches (los cuatro aparecen también en el top 10 de Pitchfork), Original Pirate Material de The Streets, The College Dropout de Kanye West, Boy in Da Corner de Dizzee Rascal. Mientras que mis discos preferidos de la segunda mitad de la década eran llamativamente más idiosincráticos: discos del catálogo del sello Ghost Box, Black Moth Super Rainbow, Dolphins Into the Future, Mordant Music, High Places… grupos que ciertamente tienen fans, pero que están muy lejos de ser centrales. Esto me llevó a preguntarme si el mismo síndrome estaba afectando al resto del mundo. ¿Estamos todos distanciándonos de todos los demás?

El problema no es sólo la cantidad sino la calidad multiplicada por la cantidad. También estaba el pasado, disponible como nunca antes, compitiendo por nuestra atención y afección

La fragmentación del rock/pop ha estado operando desde que tengo memoria, pero esta década parece haber cruzado un umbral. Hubo tanta música en la cual interesarse e investigar. Ningún género desapareció, todos siguieron adelante, lanzando productos, hacienda proliferar a los retoños sonoros. Tampoco se retiraron los músicos a medida que fueron envejeciendo; los que no murieron siguieron sacando cosas, empujándose junto con artistas más jóvenes que confiaban en avanzar hacia la luz. Es tentador comparar la música de los 00s con un jardín ahogado por la maleza. Excepto que se un lecho de flores ahogado por demasiadas flores sería una imagen más exacta, porque mucha de la producción fue buena. El problema no es sólo la cantidad sino la calidad multiplicada por la cantidad. También estaba el pasado, disponible como nunca antes, compitiendo por nuestra atención y afección. El descenso de los precios de los estudios caseros y las tecnologías de grabación digital, combinado con la riqueza histórica que los músicos pueden absorber y recombinar intensificó la calidad de la producción musical. Pero el resultado de toda esta sobreproducción fue que “nosotros” fuimos diseminados a lo largo de un vasto terreno sonoro. Es por ello que hay tan pocas coincidencias entre las distintas encuestas de fin de año o de fin de la década publicadas en las revistas musicales. Si incluso una comunidad relativamente no-difusa como Pitchfork sólo pudo encontrar su centro alrededor de discos que salieron en los primeros años de los 00s, esto sugiere que el deslizamiento de la cultura entera hacia la entropía se está acelerando.

Es que tengo una corazonada. Yo creo que si uno tuviese que armar una selección de los mejores 2000 discos de cada década del pop y compararlos, entonces los 00s ganarían: vencerían claramente a los 90s, bastante bien a los 80s y vapulearían a los 70s y los 60s.

Esta idea es planteada en uno de los comentarios del top 10 de Pitchofork, en torno a Funeral, el disco de Arcade Fire del 2004 que figura Nro. 2 en su lista. Escribe Ian Cohen: “Ya sea por los cada vez más fraccionales hábitos de escucha o por la creciente habilidad para hacerse escuchar de los disidentes, Funeral sigue sintiéndose como el último ejemplar de su tipo, un disco indie que, sonando capaz de conquistar el universo era exactamente eso lo que conseguía”. Señalando el principal déficit de la blogósfera (el hecho de que acordar con la opinión de los otros no genere ningún tipo de valor narcisista) Cohen agrega que “la hipérbole de consenso con la que se encontró Funeral tuvo como consecuencia que cualquier otro disco que amenazaba con alcanzar ese nivel fuese escrutado de modo severo o incluso directamente condenado al escarnio.” Y concluye, melancólicamente, que “aun así, nos preguntamos si alguna vez volverá a suceder algo como Funeral –algo que me diga que a medida que la música se vuelva más y más disponible en la próxima década, todavía podremos atravesar todo ello con la esperanza de poder encontrar algo con la fuerza unificante y con la increíble carga explosiva emocional que sólo discos como Funeral pueden generar”. Lo que Cohen está diciendo aquí sugiere que mis dos interpretaciones de la perspectiva de Pitchfork pueden tener mayor relación de la que había pensado: quizá haya una conexión íntima entre valor musical y consenso.

Es que tengo una corazonada. Yo creo que si uno tuviese que armar una selección de los mejores 2000 discos de cada década del pop y compararlos, entonces los 00s ganarían: vencerían claramente a los 90s, bastante bien a los 80s y vapulearían a los 70s y los 60s. Pero también estoy convencido de que si uno tuviese que comparar los mejores 200 discos el resultado sería el inverso: los 60s le ganarían ajustadamente a los 70s, los 70s obtendrían una victoria apenas mayor sobre los 80s, que claramente vencerían a los 90s y que los 90s le harían morder el polvo a los 00s. Es sólo una corazonada –pero tiene resonancias de verdad. Porque creo que los puestos más altos de este tipo de listas exigen algo más que mera excelencia musical: también tiene que estar presente un “factor X”, esa calidad difícil de definir que suele llamarse “importancia” o “grandeza”.

La importancia rara vez es un aspecto puramente intrínseco de la música misma o del genio de su creador. Un componente crucial de lo “importante” es el impacto y la recepción: lo que la audiencia le aporta a la música. La “fuerza unificante” de Cohen no es por entero inherente al disco; debe, hasta cierto punto, pre-existirlo, buscarlo, verse reflejada en él. En cualquier caso, la significación es siempre un proceso biunívoco. Parte de las razones por las cuales los Beatles alcanzaron la grandeza de forma repetida es porque sabían que el mundo estaba esperando; esto los hizo estar a la altura de la ocasión. Existe un ejemplo relativamente reciente de este síndrome: la edición, a fines del año pasado, de Chinese Democracy de Guns N’Roses y 808s & Heartbreak de Kanye West (escribí sobre ambos aquí). El primero era un fallido intento de resultar importante, el grotesco y desagradable espectáculo de alguien tratando de superar las expectativas; el segundo era un convincente ego-drama acerca de una herida narcisista representado en el mayor escenario posible.

El resultado de la sobrecarga de “cantidad x calidad” es que aquellos optimistas implacables que anualmente corean que el año ha sido fantástico y que “cada año se produce más buena música que el año anterior” están en lo cierto. Pero los previsibles gruñones que se quejan de las deficiencias de la cosecha anual también lo están. Más y más música entre buena y excelente se produce cada año pero ese mismo hecho frustra la emergencia de la música realmente grandiosa, sofocándola. Cuando mayor es la diseminación, más nos diseminamos “nosotros”. Y es incluso peor: a medida que los artistas internalizan la reducción de expectativas, el ciclo menguante sigue descendiendo en forma de espiral.LL

Esta es la traducción de un artículo de The Guardian (“Notes on the noughties: The musically fragmented decade”) del periodista británico Simon Reynolds, hecha por nuestro amigo FRANCO INGRASSIA y que provocó un interesante debate en Argentina.

sábado, 1 de enero de 2011

Salieris del hit

Nada mejor que una noche de desvelo combinada con aburrimiento y tareas que resulte aliviador postergar para volcar algunas sensaciones vagas y fácilmente refutables en nuestro blog.

El concepto "salieri", estúpidamente representado en la buena película Amadeus, ha sido invocado repetidamente para referirse a la injusta falta de atención que reciben aquellos talentosos opacados por algún contemporáneo talento extremo. Salieri, según la fábula, era un buen compositor cuya obra pasó desapercibida por haber compartido su época con Mozart... una idea bastante tonta, por cierto, aunque nos sea útil en esta nota. Podría decirse, entonces, que Harrison ha sido un "salieri" por culpa de Lennon y McCartney. Los rockeros que convivieron con Charly García también lo han sido (y si no pregúntenle a León Gieco). En el plano futbolero ¿Quién no recuerda la frustración del "salieri" Latorre cuando Batistuta se fue a la Fiorentina en su lugar? O las horas que Crespo pasó en el banco de suplentes de la selección nacional por su contemporaneidad con el mismo Bati! Los egos en el rock han hecho sufrir a muchos "salieris". Virtuosos y carismáticos han hecho sombra sobre integrantes anónimos de bandas sumamente populares.

Pero no pretendo armar una polémica sobre las figuras del rock, que generalmente suelen resultar patéticas, sino simplemente echar un vistazo sobre algunas canciones olvidadas por culpa de otras canciones del mismo disco que han acaparado toda la atención. O, en todo caso, también me interesan discos olvidados por culpa de otros discos del mismo autor. Tomemos, entonces, el concepto "salieri" para hacer un poco de justicia y traer a la luz aquellos que merecen una apreciación más intensa, en repetidas escuchas y con certera concentración. Vale aclarar que haré este ejercicio sobre bandas que presentan un perfil claramente comercial. Bueno... basta de preámbulos!... para homenajear un poco a una enorme talento argentino que ha opacado a muchos de su tiempo... "ahí vamos!":

1) Hail to the thief, del 2003, es un disco "salieri". Si no fuera por Ok computer y KidA, el 6to registro de Radiohead tendría que estar entre los 10 primeros de todos los rankings de las mejores grabaciones de la década. ¡Nadie lo ha escuchado tanto como se merece!... ¡Agarren ya mismo sus Hail to the thief y póngalo a girar no menos de 5 veces seguidas! Suenan temazos uno atrás de otro y, como si fuera poco, el arte de tapa de Stanley Donwood representa una de las mejores de la historia del rock (no me tilden de fanático... estoy siendo muy objetivo!). Para entender porqué es tan importante este disco, basta con escuchar Punchup at a Wedding, Scatterbrain y A Wolf at the Door.



2) X&Y y A Message son dos temas de Coldplay incluidos en X&Y, del 2007, que yo colocaría en los primeros puestos de una lista de canciones del grupo. Y sin embargo, han pasado desapercibidas por culpa de las presencias pegadizas de Fix you y Speed of sound, los hits de difusión elegidos por la compañía.



3) Cuando Pearl Jam sacó No code en 1996 me pareció que la banda había dado un salto importante. Con un sonido bastante más refinado que en los anteriores discos y Eddie Vedder mucho más afianzado en el aprovechamiento de sus recursos, presentaban una lista de temas muy potentes que siempre fueron tenidos en cuenta en sus conciertos: Who you are, In my tree, Off he goes, Around the bend, entre otros, opacaron a Present tense... una canción importante.



4) Mellow Song de Blur tal vez sea el mejor tema de 13. Todo el disco quedó bajo la sombra de Tender, una gran injusticia porque en verdad el valor del giro producido por la banda se aprecia en las enormes canciones que recorren este registro de 1999.



5) Debo insistir, aunque a muchos les suene ridículo, con que How to dismantle an atomic bomb, del 2004, me parece el mejor disco editado por U2 desde Zooropa. Y dentro del más que aceptable grupo de canciones que lo componen no ha sido suficientemente difundida Miracle Drug... una visita a esos minutos sirve para poner en valor la simpleza de sus acordes superando ampliamente a un tema tan tonto como Vertigo o tan excedido de sentimentalismo pochoclero como Sometimes you can make it on your own.



6) Mutations es, sin dudas, uno de los picos más altos en la carrera musical de Beck Hansen. Pero este disco de 1998 contiene un temazo que no muchos conocen: Static. Tal vez, Beck sea un caso típico de un gran compositor de baladas que hace dinero con lo que suena en las pistas de baile.



7) Yeah yeah yeahs saltó a la fama con muy buenas canciones pegadizas como Maps, Gold lion o Turn into. Estas dos últimas comparten disco con Way out, un gran tema que merece más atención. El disco entero Show your bones, de 2006, es de alto vuelo... en parte gracias a la voz de la increíble Karen O.



8) At war with the mystics, del 2006, es uno de los mejores discos de The Flaming Lips. Por supuesto, los temas más conocidos son los menos interesantes (The yeah yeah yeah song y Mr. ambulance driver). El resto vale la pena de verdad. Un ejemplo es Vein of stars. ¡Escuchen!



9) Third, del 2008, es mi disco preferido de Portishead, aunque definitivamente no ha sido el más popular. Tal vez el público esperaba un sonido más en línea con los dos precedentes. Pero vale la pena recorrer estos temas y entender la evolución que ha hecho cada integrante de la banda de Bristol. The rip es una muy buena forma de ingresar en el clima que este disco "salieri" propone.



10) Easily, de los Red Hor Chili Peppers tuvo la mala suerte de pertenecer a Californication. El disco, editado en 1999, está habitado por una lista importante de canciones pegadizas que enterraron en el anonimato a grandes temas como éste. Con el sello peppers, sueltan una energía movilizadora sobre una base admirablemente sencilla.



Bonus tracks) Este top-ten deja afuera a muchos discos y temazos injustamente desatendidos. Pero para no ser tan crueles con ellos, acá van algunos que deberían retomarse, aunque sea sin mucha explicación: Galapogos de Smashing Pumpkins, Getaway Car de Audioslave, Fall Dog Bombs The Moon de David Bowie y Windowsill de Arcade Fire.


¿Qué otros casos fundamentales han sido olvidados? ¡Quedan invitados a completar la lista!

sábado, 25 de diciembre de 2010

La dieta rockera del reciente ex-joven (gracias Nick Hornby)

La Ley del Envejecimiento con Dignidad y Buen Gusto implica, entre otras cosas, que en lo que a música se refiere, uno va dejando atrás los rabiosos estallidos de guitarras eléctricas para ir descubriendo las sutilezas que esconden géneros sofisticados y más exigentes como el jazz, la música clásica, la bossa nova, etc. Aunque esta Ley tiene sus trangresores, como toda ley; y hoy en día no es vergonzoso seguir escuchando CIERTOS artistas de volumenes altos y baterías vehementes, más allá del cumpleaños 25. Pero hay algunos territorios musicales a los que, me da la sensación, uno no se supone que regresa. Esta última semana incluyó una nueva sesión del Club y además la Navidad, y encontré un hilo musical en común entre ambos eventos: tiene que ver con la gradual desaparición de las guitarras distorsionadas del menú musical del ex-rockero.

Sin embargo, dos de mis momentos más intensos del último Club fueron estallidos guitarreros; en el primero, Pablo B no nos reveló la identidad del grupo que estaba sonando en un loop fumón de baja intensidad y cuelgue acusticón, cuando de pronto estallaron los parlantes y el titánico riff de Iron Man pateó el tablero y nos hizo cabecear al ritmo como unos púberes sexualmente frustrados:



El otro trueno eléctrico me transportó inmediata e inesperadamente a mis seis, siete años de edad, cuando mi hermano mayor se trajo de Brasil el disco Unmasked, de Kiss. El tema de apertura, el glamorosamente rockero Is That You?", estalló con sus guitarras hifi y de pronto yo estaba en el living de la casa de Gonnet, hipnotizado y aterrorizado por esa violencia sonora traida por personajes enmascarados. Y por la famosa tapa de historieta, en la que un periodista intenta descubrir las caras de los Kiss detrás de sus máscaras, y que reforzó aún más el viaje temporal a esa época un poco boba en la que Kiss y Queen generaban insólitas rivalidades entre la juventud tan poco politizada de 1980. Yo, en cambio, discutía con mi vecino que Kiss era mucho mejor que Los Parchís, porque...no me acuerdo de mis argumentos, pero creo que la canción propone varios:



Pocos días después, la Navidad me trajo un libro que ya me había olvidado que quería (por suerte, mi chica tiene mejor memoria que yo, incluso para mis propios intereses): se trata de "31 songs", de Nick Hornby, el mismo de "Alta Fidelidad" y "About a Boy". En este caso, son 31 ensayitos inspirados por misma cantidad de canciones, sobre la musica en principio, pero siempre entremezclados de manera inseparable de la vida, las emociones, las inseguridades, etc.
Es un libro que se lee casi sin darse cuenta, por lo entretenido, no por lo insustancioso. Un pasaje en particular me parecio brillante y pertinente, con los guitarrazos recientes todavía resonando en mi cabeza. Acá Hornby dice muchas cosas que yo querría decir, mucho mejor de lo que yo podría, así que el resto de la entrada queda para él (la traducción es mía, por si los abogados de Hornby leen este humilde blog). Take it away, Nick:

Capítulo 4 - Heartbreaker - Led Zeppelin



La interpretación tradicional sobre los muchachos y su pasión por el heavy (o nu- o rap) metal consta de guitarras que sirven como sustitutos del pene, homo-eroticismo, y todo tipo de cosas que anuncian perversión, confusión y neurosis mórbidas e incurables. (...)Pero sospecho que hay una explicación musical, más que patológica, para mis tempranos escarceos con Led Zeppelin y Sabbath y Deep Purple; básicamente, que era incapaz de confiar en mi propio juicio sobre una canción. Como un adulto pretencioso pero bobo que no mira películas que no estén subtituladas, yo no escuchaba nada que no estuviera recubierto de guitarras eléctricas distorsionadas y chillonas. ¿De qué otra manera iba a saber si la música era buena? Las canciones tocadas en piano, o guitarras acústicas, por gente sin bigotes y barbas (mujeres, por ejemplo), gente que comía ensaladas en lugar de roedores...bueno, esa podría ser música mala, tratando de engañarme. Esa podía ser gente haciéndose pasar por los Beatles cuando no lo eran. ¿Cómo podría yo detectarlo, si todo era encubierto de esa manera? No, mejor evitar toda la cuestión de lo bueno y lo malo y quedarse con lo fuerte. No podías equivocarte demasiado con lo fuerte.(...)

Así que para mí, aprender a amar las canciones más tranquilas - canciones de country, de soul, de folk, baladas cantadas por mujeres e interpretadas en el piano o la viola o alguna maldita cosa del estilo, canciones con coros y con títulos como 'Carey' (porque ¿a quién que tenga un par de oídos que funcionan no le encanta Blue de Joni Mitchell?) - no consiste en crecer, sino en adquirir una confianza musical, una habilidad para juzgar por mi mismo. A veces parece que, con cada año que pasa, he ido quitando una nueva capa de guitarra ruidosa, hasta que finalmente he llegado al punto en el que puedo, espero, diferenciar una buena canción de George Jones de una mala. Las canciones así de desnudas, sin una pizca de Stratocaster, son atemorizantes: tenemos que descifrarlas solos. Y entonces, una vez que podemos hacer eso, nos volvemos tan haraganes y temerosos de nuestro propio juicio como cuando teníamos catorce. ¿Cómo saber si un CD es bueno? Buscamos una tapa en blanco y negro, evidencia de violoncellos, tal vez una participación invitada de alguien con clase, algunos títulos de canciones irónicos, un sticker con una cita sacada de una reseña en Mojo o algún diario serio, tal vez un par de referencias literarias o cinematográficas en algún lugar. Y, por supuesto, dejamos totalmente de escuchar música hecha por hombres gritones, con pantalones de cuero y pelo desprolijo. Porque ¿cómo vamos a saber si es bueno o no, cuando suena así de fuerte, en manos de gente aparantemente tan hostil a la discreta estética de la modernidad?

Yo descubrí en algún momento de estos últimos años que mi dieta musical venía baja en hidratos de carbono, y que el riff de rock es esencial para una buena nutrición - espcialmente en el auto y en giras de presentación de libros, cuando necesitás algo rápido y barato para atravesar un largo día. Nirvana, The Bends y Chemical Brothers me reabrieron el apetito, pero solo Led Zeppelin lo pudo satisfacer.(...) Lo que más me gusta de redescubrir a Led Zeppelin - y escuchar a los Chemical Brothers, y The Bends - es que ya no tienen fácil cabida en mi vida. Tanto de lo que te ocupa cuando envejecés consiste en adaptarte; tengo hijos, y vecinos, y una pareja que viviría feliz sin volver a escuchar otro riff de blues-metal o block-rockin' beat en su vida; tengo menos tiempo, menos tolerancia para la boludez, más interés en el buen gusto, más confianza en mi propio juicio. La cultura con la que me rodeo es un reflejo de mi personalidad y de las circunstancias de mi vida, y así debería ser, en parte. Al aprender a hacer esto, sin embargo, también se pierden algunas cosas, y una de las que se perdieron - junto con el gusto por, pongamos, dramas hospitalarios sobre niños enfermos, y el cine experimental - es Jimmy Page. El ruido que él hace no es ya quien soy hoy, pero todavía es un ruido que vale la pena escuchar; es también un recordatorio de que el intento de crecer inteligentemente tiene un precio."